El debate por la pesca de arrastre vuelve a abrirse tras la aprobación de la reducción de días de pesca por la Comisión Europea. La sostenibilidad de la práctica siempre ha estado en tela de juicio y ahora se aplicarán medidas para disminuir la «sobreexplotación del medio marino».
La necesidad de las medidas en el Mediterráneo
César Bordehore, biólogo dianense y profesor de Ecología Marina en la Universitat d’Alacant, asegura que «no es una imposición arbitraria de Bruselas, sino una realidad que refleja el estado crítico de los recursos marinos». El biólogo reflexiona la situación con una analogía: «Imagina a una persona con hipertensión que ignora los avisos médicos y no toma medidas para controlarla. Eventualmente, su salud colapsará». En este caso, apunta el experto, la hipertensión es la sobrepesca, el paciente, el sector pesquero, y el médico, la Comisión Europea. «Si seguimos pescando más de lo que el ecosistema puede regenerar, llegaremos a un punto de no retorno, donde las especies marinas no tendrán tiempo para reproducirse», advierte.
La drástica reducción a 27 días de pesca ha sido una de las grandes controversias de la medida, «una cifra de jornadas que la parte técnica de la Comisión ha considerado como la óptima para evitar la desaparición de especies o que queden en niveles críticos», explica Bordehore y añade: «Cuando hablamos de sostenibilidad pesquera, es como gestionar un capital económico, si gastas más de lo que tienes, te quedas sin nada». En este sentido, asegura que la sobrepesca genera una «respuesta tecnológica» que empeora la situación, como el aumento de potencia de motores o equipos más sofisticados, que, a pesar de los esfuerzos, no consiguen pescar más, porque no hay más. «Eso genera un círculo vicioso que solo acelera el colapso y el pescado no colapsa poco a poco, sino de repente, sin avisar. Aunque cabe señalar que el sector no tiene ninguna culpa de la situación a la que ha llegado, porque la legislación para que el stock no bajase a los niveles de ahora no depende de ellos».
Los esfuerzos de los expertos del medio marino ahora se posan en hacer ver a la ciudadanía la necesidad de las medidas. «Las poblaciones de peces e invertebrados están bajando drásticamente, y está demostrado. Las capturas en Dénia han bajado un 50% en los últimos 20 años y siguen a la baja», apunta Bordehore. El biólogo de Dénia ve en todo este proceso de implementar las nuevas medidas una parte positiva porque «por fin el sector pesquero y la Comisión Europea se han dado cuenta de qué o cambiamos las cosas o desaparece la pesca como actividad productiva en el Mediterráneo».
Por su parte, Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías, considera que las medidas de la UE «son correctas para alcanzar la sostenibilidad y se reciben como necesarias. Es mejor pescar menos y vender bien». Sin embargo, hay algunas cuestiones que el sector pesquero cree importantes a tener en cuenta y que no se han planteado desde Europa, como «considerar que en todos los sitios se pesca igual» o la necesidad de establecer convenios con países que pescan en territorio compartido como el Mediterráneo para que «implanten las mismas medidas». Otro de los temores es que «la importación de productos extranjeros crece al ritmo que disminuyen las posibilidades de pesca de los pescadores europeos», indica el presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores. Por este motivo, señala la posibilidad de instaurar «un calendario de cumplimiento de normas ecosistémicas igual que tenemos los productores europeos».
Más reservas marinas, «pero bien gestionadas»
Pese a los matices, el fin común es compartido: dejar al medio marino recuperarse, porque es el único modo de volver a alcanzar la productividad de hace unas décadas sin que el ecosistema sufra tanto que no pueda volver nunca a ser el mismo. Con el objetivo de garantizar esta recuperación, Bordehore plantea la urgencia de crear más reservas marinas en alta mar, «ya que el conflicto no solo depende de la cantidad, sino también de la estructura de las tallas. Las especies más grandes son esenciales para la reproducción, porque pueden generar entre el 40 y el 50% de la fecundidad de una población, pero son las más pescadas», especifica.
El biólogo asegura que, de forma ideal, sería necesario proteger el 30% del mar, ya que en estos momentos las zonas protegidas son insignificantes. «Permitiría que las especies se desarrollaran sin presión pesquera, beneficiaría a la biodiversidad y, a largo plazo, también a los pescadores, ya que las poblaciones recuperadas podrían repoblar áreas adyacentes». En este camino, indica Bordehore, recientemente se ha aprobado un proyecto europeo para un grupo de veinte socios de diferentes universidades para diseñar una gran red de reservas marinas en alta mar y favorecer la recuperación.
De nuevo, el presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores parece coincidir con la mirada científica del asunto y asegura ser «un fan de las reservas marinas, pero las bien gestionadas», matiza. Pone de ejemplo la de Tabarca, «pero hay otras en España, que no voy a nombrar, que lo son porque tienen el título de reserva marina, pero no funcionan como tal». Por este motivo, señala que cuando están bien gestionadas, «los primeros años son dolorosos, pero al final es más el beneficio que el coste». Bajo su punto de vista, Otero cree que esta opción puede «significar la desaparición de mucha gente del mar», pero coincide en que «es una medida de futuro, un modelo muy interesante» que, de implementarse, se debería estudiar cómo hacerlo de forma progresiva.
«Aunque la competencia en pesca sea de la Unión Europea, los Estados miembros pueden anticiparse y proponer medidas más eficientes», afirma Bordehore, quien también asegura que, «la primera medida que deberían implementar antes de nada es fomentar, o mejor dicho, facilitar, el desguace de los barcos». Tanto el biólogo como Otero señalan que «hay muchas embarcaciones más viejas y que son un problema para los propietarios. Por este motivo, los pescadores llevan mucho tiempo demandando alguna solución en este ámbito». Esta propuesta implicaría inversión estatal para retirar estos barcos del mercado y «extinguir» cada empresa, un trámite para el que se necesitan muchos recursos. «Si no se desguazan y cada vez la pesca es menor, las empresas quiebran», señala el biólogo.
En materia de medidas, el experto en ecología marina lanza dos propuestas más para asegurar la supervivencia del sector. «La segunda sería fomentar las prejubilaciones, lo ideal sería reducir el sector entre barcos y empleados un 20 o 30%». La segunda de sus proposiciones es asegurar que la viabilidad económica de las cofradías no dependa de las capturas realizadas, sino que sea algo fijo. «Creo que se deberían dimensionar las cofradías y asegurar esos ingresos y si no se llega a la dimensión, pagarlo con dinero público. Simplemente, porque la pesca es una concesión pública, el pescado bajo el agua es público, y una serie de barcos tienen una autorización para pescarlos y ponerlos en el mercado como un servicio al público».