OPINIÓN | Alberto Robles
La reciente DANA que ha golpeado con severidad l’Horta Sud y otras zonas del País Valencià ha evidenciado las carencias de un sistema que, aunque prometía estar listo para contingencias, no ha conseguido responder a la altura de las circunstancias. Sin embargo, esta situación también ha dejado entrever algo que quizás muchos no esperaban: la resistencia y determinación de una generación que ha sido injustamente etiquetada como frágil, la llamada “generación de cristal”. Estos días de adversidad han mostrado, con contundencia, que los jóvenes han revelado su verdadero carácter, un forjado en hierro, al organizarse y actuar con un compromiso y eficiencia que desarman cualquier prejuicio.
Desde que se emitieron las primeras alertas, jóvenes de toda la Comunitat Valenciana, desde la ciudad hasta los pueblos de la Marina Alta, no han dudado a interrumpir sus estudios y responsabilidades laborales para volcarse en la ayuda comunitaria. Las imágenes de chicos y chicas cubiertos de barro, removiendo escombros, repartiendo alimentos y ofreciendo apoyo a los más vulnerables, no solo resultan conmovedoras, sino que demuestran que la apatía juvenil es, en realidad, un mito desmentido por la acción.
En un escenario donde las estrategias políticas y los planes de emergencia se quedaron muy cortos, los jóvenes se han autoorganizado, mostrando una eficacia y solidaridad que muchos líderes tendrían que tomar como ejemplo.
Lejos de ser un mero pasatiempo, las redes sociales se han convertido en el motor de la coordinación solidaria. Los mensajes han dado lugar a acciones reales: voluntarios se han movilizado en Paiporta, Algemesí, Catarroja y otros municipios, con cubos, escobas y palas en mano. Estos jóvenes no solo han demostrado que están lejos de ser una generación frágil, sino que también tienen la capacidad de actuar con rapidez y decisión cuando la situación lo necesita.
La respuesta de la Marina Alta ha sido igualmente destacable. Desde municipios como Dénia, Xàbia, Benissa y otras poblaciones próximas, la juventud se ha organizado para reunir y enviar donaciones, y muchos incluso se han desplazado para sumar manos al esfuerzo colectivo. En cada uno de estos gestos, ha quedado clara una verdad innegable: bajo la piel de esta generación, late el hierro de la solidaridad.
A menudo se acusa esta generación de ser incapaz de afrontar la realidad, de ser demasiado débil o dependiente del entorno digital. Sin embargo, aquello que l’Horta Sud y la Ribera Alta han presenciado es una juventud que no solo ha enfrentado la tragedia, sino que la ha abordado con energía, mucha energía. No han sido héroes lejanos, sino los hijos, sobrinos y amigos que, sin necesidad de órdenes ni jerarquías, han estado presentes desde las seis de la mañana, achicando agua, removiendo escombros y escuchando los mayores que, hasta ese momento, solo tenían el silencio como compañía.
La etiqueta de “generación de cristal” ha quedado, en esta ocasión, obsoleta. Esta juventud ha demostrado ser como el hierro: flexible y capaz de soportar presiones sin quebrarse. Su determinación y compromiso, visibles en pueblos como Aldaia, Benetússer, Albal, Sedaví y en las calles inundadas de Guadassuar, han mostrado que, en los momentos de necesidad, son ellos quienes se levantan y llevan el peso de la solución sobre sus hombros.
Esta demostración de fortaleza y responsabilidad va más allá de un destello pasajero. Es una muestra tangible que la juventud es, en esencia, un motor de acción y cambio. Si algo ha quedado claro después de estos días de lodo y solidaridad, es que, con el compromiso adecuado, esta generación es capaz de afrontar cualquier desafío.
La próxima vez que alguien murmure la frase “generación de cristal”, que recuerdo el eco de las escobas arrastrando barro y el hierro en los gestos de aquellos que, sin pedir nada a cambio, han estado donde más se los necesitaba, han estado a la altura.