En una entrevista con Toni Reig, periodista y escritor del libro Històries de Críms i Criminals de la Marina Alta, tuvimos la oportunidad de conocer los detalles más oscuros de este trágico suceso.
Dénia, 1884: una ciudad en auge y vibrante de modernidad. La inauguración de la estación de tren, símbolo del progreso económico, era un faro de esperanza para una población de apenas 8.000 habitantes. Sin embargo, esa promesa de futuro se desvaneció en la fría noche del 27 de diciembre de 1884, cuando un asesinato sacudió los cimientos del municipio.
Joan Rodrigo: la víctima de un crimen mediático
Según explica Toni Reig: «Rodrigo representaba la promesa de una nueva Dénia, un hombre joven que, pese a sus humildes orígenes, parecía tener un futuro lleno de posibilidades». Con estudios en el prestigioso instituto Lluís Vives de València, un lujo para alguien de su clase social, y trabajando como jefe de estación en la recién inaugurada estación de tren, la vida de Rodrigo parecía estar marcada por el éxito. Pero, como nos relata Reig, su brillante futuro se vio truncado por un hecho desgarrador.
El crimen escalofriante
El 27 de diciembre de 1884, tras cerrar la estación de tren, Joan Rodrigo emprendió su camino hacia casa. Fue en ese trayecto cuando un asesino lo abordó en un lugar apartado. Toni Reig describe el crimen con una crudeza escalofriante: «El ataque fue prolongado, casi como una tortura. Le infligieron 47 puñaladas, 22 de ellas mortales por sí solas». La duración del ataque y la brutalidad con la que se llevó a cabo sugieren que el objetivo del asesino no era simplemente robar. Según el autor, «Probablemente, el asesino buscaba la recaudación del día o la llave de la caja fuerte de la estación».
Un rostro conocido: Leandro Crespo
El asesino no era un extraño, sino alguien con un vínculo directo con la víctima. Leandro Crespo Mores, capataz de las obras de la estación, conocía perfectamente el lugar y probablemente también a Joan Rodrigo. Como nos explica el escritor: «No se trataba de un extraño, sino de alguien que sabía perfectamente cómo moverse por el lugar y, probablemente, tenía una relación estrecha con Joan Rodrigo». Tras el asesinato, Crespo se dio a la fuga, dando inicio a una persecución que mantuvo a Dénia en tensión durante semanas.
La caza del fugitivo
La huida de Leandro Crespo se convierte en un capítulo lleno de suspense. Se escondió en los alrededores de Dénia, particularmente en las laderas del Montgó, donde parecía ser invisible para las autoridades. «La gente lo veía y ya había huido, era como un fantasma», nos comenta Reig, quien recuerda que la Guardia Civil intentó en varias ocasiones darle caza, pero su destreza para evadirlos solo alimentó la desesperación. La prensa nacional, irónica en su tono, no dudó en comentar sobre la ineficacia de las autoridades, publicando que, tal vez, la única forma de capturarlo sería que Crespo se entregara voluntariamente.
En una época sin tecnología avanzada, el caso de Leandro Crespo se convirtió en el más mediático de la época. La gente seguía hablando del caso como si fuera una leyenda. Tres años después, Crespo fue reportado de Argel a Dénia, tras escapar hacia allí, un destino común para los fugitivos de la época.
El final inesperado
Tras la fuga, que parecía haberle dado una vez más la victoria sobre la justicia, Leandro Crespo sorprendió a todos. «Lo más curioso, y que no lo digo en el libro porque me ha llegado la información después, es que en Alcoi se le detuvo, pero no es exactamente así. Se entrega voluntariamente, como decía la prensa, en el pueblo de Tavernes», concluye Reig.
Tren de viajeros década de los 50. Estación de Dénia. Fuente D.Trevor Rowe. Arxiu Municipal de DéniaEl asesinato de Joan Rodrigo, aunque trágico, también refleja las tensiones y conflictos de la Marina Alta que, a pesar de su crecimiento y modernización, no estaba exenta de violencia. Según Toni Reig, «Este crimen es un reflejo de una época en la que la violencia no solo existía en las grandes ciudades, sino también en los pequeños pueblos del interior, donde los conflictos se resolvían a menudo de manera muy bestia».
En el siglo XIX, la Marina Alta era un territorio donde el progreso se veía empañado por la presencia de la violencia, un contraste entre lo moderno y lo primitivo que marcaría su historia durante años.








