Uno de los casos más recientes y destacados de la implementación de inteligencia artificial (IA) en la Marina Alta es el Instituto de Reproducción de la Marina Alta (Irema), que ha adoptado Fenomatch, un revolucionario sistema diseñado para mejorar la selección de donantes en los tratamientos de reproducción asistida.
Este sistema utiliza algoritmos avanzados de IA para comparar los rasgos faciales de las pacientes con los de donantes potenciales, basándose en análisis detallados de características como la estructura ósea y la simetría.
El enfoque innovador de Fenomatch permite al equipo médico de Irema realizar una evaluación más precisa de la compatibilidad facial, maximizando así las probabilidades de éxito en los tratamientos de fertilidad. Los resultados preliminares han sido sobresalientes, con un aumento significativo tanto en el éxito de los tratamientos como en la satisfacción de las pacientes.
Ahora bien, ¿significa esto que, en lugar de confiar en el buen ojo de un médico o en el «feeling» que puede surgir en una conversación, dejaremos que un algoritmo decida cuál es el donante perfecto? ¿Y si la IA nos dice que nuestra mejor opción es alguien que parece salido de un desfile de moda o, peor aún, de un cartel de película de ciencia ficción? ¿Será que, en el futuro, tendremos hijos que no solo hereden nuestra genética, sino también la perfección facial que dictan los estándares de los algoritmos? ¿Nos arriesgamos a que los niños se parezcan más a Siri que a sus padres?
¿Es la IA el Cupido del futuro?
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Nos estamos acercando a una era donde la IA será una especie de Cupido tecnológico? Claro, Fenomatch está pensado para facilitar el proceso de selección de donantes en la reproducción asistida, pero ¿qué impide que en el futuro tengamos una app que te diga con qué persona tienes más posibilidades de tener hijos guapos e inteligentes? ¡Un Tinder 2.0, pero con un toque genético! Y ya puestos, ¿qué pasa si la IA nos sugiere una combinación que nos recuerda más a un influencer de Instagram que a nuestro propio “yo”?. Ahora aún nos relacionamos entre nosotros en lugares donde nos vemos, olemos y sentimos a la otra persona. El de Pego se casa con una chica de la Adsubia, o el grupo de amigas de Orba han ido a ver a la Montecarlo a Sagra y ese chico que tanto le ha gustado de Benimeli por fin se declara y… oh, hay boda. Llamadme antiguo pero aún confío en la intuición de las personas.
Aún así me pregunto, si la IA es capaz de evaluar hasta los rasgos faciales, ¿estará también preparada para aconsejarnos sobre quién nos hará reír más o quién será capaz de hacer las mejores “coques” de la Marina (¡por favor!)? Porque, claro, de nada sirve un «match» perfecto si no sabe hacer nuestro manjar más conocido.
El Dilema del Futuro: ¿Vamos a dejar que la IA tome decisiones por nosotros?
Pero aquí es donde entramos en terreno pantanoso. Fenomatch es un gran avance, sin duda, pero ¿estamos listos para que la IA tome decisiones que antes eran puramente humanas? ¿Llegará un momento en que no solo elijas a tu donante por su compatibilidad facial, sino también por sus probabilidades de correr una maratón o por su afinidad con el jazz? ¿O incluso, y esta es de las buenas, que te recomiende alguien que sepa cocinar mejor que tú?
Quizás la gran pregunta es: ¿Podría la IA sugerir un donante que sea tan perfecto que luego no podamos soportar que ese hijo salga mejor que nosotros? ¿Tendremos que buscar consuelo diciendo: “Al menos salió inteligente, gracias a Fenomatch”?. Lo importante siempre es plantearnos todas estas preguntas porque estamos en un momento incipiente y decisorio.
¿Es el fin de la intuición humana?
La tecnología tiene su encanto, pero también nos hace preguntarnos si estamos perdiendo esa chispa de intuición humana que ha guiado tantas decisiones a lo largo de la historia. Vale, la IA puede analizar simetrías faciales y compatibilidades genéticas, pero ¿será capaz de entender esas pequeñas cosas que no se pueden medir? Como cuando una madre elige el nombre del bebé basado en un sueño que tuvo, o cuando decides que ese donante «simplemente te da buen rollo».
Y hablando de intuiciones, ¿qué pasará si la IA empieza a darnos recomendaciones en otros aspectos de la vida cotidiana? ¿Nos dirá qué camisa ponernos cada mañana basándose en las tendencias de nuestras visitas a influencers de Instagram? ¿Será capaz de prever si esa ronda de cervezas con los amigos puntúa menos en tu app deportiva? ¿Nos advertirá de que amigos son los que hablan mal, bien o regular de nosotros ya que tiene acceso a sus conversaciones privadas?. La verdad es que si esto fuera así y nos lo entregara en una especie de puntuación del más al menos amigo sería muy peligroso. Me parece que ante este dilema prefiero siempre lo humano, lo personal.
Raúl Escrivá
Experto en Nuevas Tecnologías y ADL Tecnológico de Creama Xàbia