Era enero del año 1637. El rey Felipe IV se había enterado de una terrible noticia que había llegado a la corte en forma de carta desde Argel: un cautivo alicantino advertía del peligro que corrían las costas de València y Murcia, las cuáles planeaban atacar los argelinos. En concreto, el mensaje avisaba de que serían Calp y San Juan las víctimas de estas emboscadas y que, en los momentos en los que escribía esas líneas, ya partían hacia España nueve galeras.
La información había llegado en primer lugar a Luis Terrer, teniente de capitán general de Alicante. Este difundió la alerta a las altas autoridades. Los corsarios argelinos, al enterarse de que los españoles estaban al tanto de su ataque, volvieron al punto de salida y cambiaron el rumbo. Finalmente fue Génova el territorio en sufrir las consecuencias.
Sin embargo, los argelinos, en aquel entonces bereberes (de la región Berbería, formada por Marruecos, Argelia, Túnez y Trípoli), no se dieron por vencidos y decidieron probar una segunda vez con el que había sido su principal objetivo, Calp. Ahora con éxito.
El ataque definitivo
En esta ocasión fue el tiempo lo que impidió detener el ataque. El día 31 de julio los guardas que estaban al cargo de la isla de Ibiza divisaron las embarcaciones de los corsarios capitaneados por Alí Bitchín en Formentera, lugar en el que habían atracado debido a las inclemencias del tiempo. Alí Bitchín, originalmente Piccini, fue un marinero italiano convertido al islam que hizo fortuna en Argel como corsario.
Además, contaron con los datos que les proporcionó un hombre secuestrado que había huido a nado y había llegado a tierra ibicenca con una información preocupante: los piratas contaban con siete galeras y galeotas en las que había unos 1.300 hombres, pudiendo poner en tierra a unos 800; gracias a un alicantino desertor que les guiaba en su hazaña, los argelinos pretendían abordar Calp, Benissa y Teulada Moraira.
Este hombre también advirtió de un detalle más. Los corsarios llevaban consigo unas largas escaleras con las que podrían saltar los muros de cualquier ciudad con facilidad.
Ante esta situación, se inició una carrera contrarreloj. El día 2 de agosto se envió una embarcación que debía llegar lo antes posible a Dénia para advertir de lo que estaba por ocurrir. A pesar de que esta nave llevaba 15 millas de distancia frente al enemigo, nunca llegó a su destino.
Por tanto, los piratas estaban de camino a una población que no podía anticiparlo. En la madrugada del 3 de agosto comenzaron el ataque. Sigilosamente y empleando las gigantes escaleras pudieron abrir las murallas de la ciudad sin que nadie se percatase.
Asalto y secuestro a la población
Entraron por dos vías: la muralla y el arrabal del pueblo, donde encontraron resistencia. Fue allí donde comenzó una pelea que tenía todas las de perder para los habitantes calpinos. Murieron 16 vecinos y 6 fueron secuestrados. El resto de habitantes (mujeres y niños en su mayoría), que se habían escondido en la torre de la ciudad, fueron tomados presos también. En total los corsarios se llevaron a 302 personas.
Los refuerzos que enviaron Benissa, Xàbia y Teulada Moraira de poco sirvieron, ya que cuando llegaron no encontraron a nadie. Tan solo se habían salvado un hombre y una mujer en el momento del ataque y otros 45 hombres que habían salido ese día a la cosecha y que al volver descubrieron lo que había ocurrido con sus mujeres e hijos.
Los calpinos suplicaron ayuda y finalmente las autoridades recaudaron 3.000 ducados para el rescate. Para su desgracia, las galeotas, que habían estado atracadas en Moraira, se marcharon, y con ellas los cautivos.
No fue hasta 1642 cuando finalmente los piratas accedieron a negociar. Por una gran cantidad de oro y el intercambio de prisioneros berberiscos consiguieron que la población secuestrada volviera a Calp. En 1646 llegaron los últimos calpinos a su anhelada tierra.
Fuente: Las galeras del corsario Alí Bitchín y sus campañas de saqueo en las costas de Alicante y Murcia durante la década de 1630. Francisco Velasco Hernández.
Salve. Mi chiamo Riccardo Nicolai. Sono autore del libro dedicato alla vita di Ali Bitchin e ideatore della realizzazione della statua dedicata a lui