Si aún no has visto un atardecer en La Cumbre, te estás perdiendo algo increíble Si aún no has visto un atardecer en La Cumbre, te estás perdiendo algo increíble
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Si aún no has visto un atardecer en La Cumbre, te estás perdiendo algo increíble

05 de marzo de 2025 - 12:26

Hay lugares que no solo se visitan, sino que se viven. Espacios donde el tiempo parece ralentizarse y cada instante se saborea con la misma intensidad que un buen vino. Este restaurante ubicado en Poble Nou de Benitatxell es uno de esos rincones privilegiados donde el Mediterráneo se extiende hasta donde alcanza la vista y el cielo se tiñe de fuego cuando el sol comienza su descenso.

Aquí, la experiencia es todo un ritual. Todo comienza con la brisa, que llega cargada del aroma salino del mar y del murmullo lejano de las olas rompiendo contra los acantilados. El sol, aún alto, baña la terraza con una luz dorada que realza los tonos ocres de las montañas y el azul infinito del horizonte. Entonces llega el primer brindis: una copa fría de vino blanco o cava, reflejando en su interior los destellos de la tarde.

Un espectáculo en primera fila

A medida que la tarde avanza, el cielo se transforma en una obra de arte efímera. Rosas, naranjas y púrpuras se mezclan sobre el agua, y cada minuto que pasa es una pincelada nueva en este cuadro vivo. Las mesas en la terraza de Restaurante La Cumbre son los palcos de honor para disfrutar de este espectáculo, acompañados por el tintineo de copas y el aroma de la cocina.

Los platos llegan a la mesa como si fueran parte del paisaje. Un arroz meloso de marisco, con el punto justo de melosidad, evoca las tonalidades del sol cayendo sobre el agua. Un tataki de atún rojo, fresco y vibrante, refleja la fusión entre mar y fuego. Y, por supuesto, la fideuà, con su crujiente dorado y su inconfundible perfume a mar, se convierte en un homenaje a la esencia mediterránea.

La magia del último rayo de sol

Cuando el sol finalmente se esconde tras el horizonte, dejando un resplandor violeta en el cielo, la atmósfera se llena de una calma especial. Es el momento perfecto para un último bocado dulce, quizás una tarta de queso con frutos rojos o un cremoso coulant de chocolate, acompañado de un café o un licor digestivo. La conversación se vuelve pausada, las miradas se pierden en el infinito y el tiempo deja de importar.

En Restaurante La Cumbre, cada atardecer es una invitación a detenerse, a disfrutar sin prisas y a recordar que la vida, a veces, se mide en momentos así: en la calidez de una copa entre las manos, en el sabor de un plato preparado con mimo y en la belleza de un sol que se despide sin prisa, como si también quisiera quedarse un poco más.

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