OPINIÓN | Paqui Pastor Gutiérrez, de Defendamos Calpe.
Hace unos días que la desgracia se ha instalado en nuestro día a día.
La devastación se ha abierto, nuevamente, camino en cada conversación vecinal. “El pueblo salva al pueblo” es lo que más se oye en las calles, en las redes sociales y en los medios de comunicación (aquí menos porque ya sabemos quien los financia).
La solidaridad, la empatía y el cariño por el prójimo se hace notar en cada palabra y en cada nueva imagen que se renueva en cuestión de segundos.
Pero no hemos oído una sola palabra de alabanza, respeto o admiración por ninguno de los políticos que intenta, no con acierto, enmendar los errores y organizar la caótica realidad que se está viviendo.
Y ésto, me ha hecho pensar: “Algo pasa con las personas que se dedican a la política”.
Y la muestra más clara la tenemos en nuestro pueblo, Calp.
Debe ser un cargo difícil de sobrellevar. Pesa sobre tu cabeza toda la responsabilidad de un pueblo. Puedes llegar a creer que eres la madre de todos tus conciudadanos a los que tienes que acariciar la cabeza antes de irse a dormir. Eso está bien. Posiblemente es tranquilizador pensar que alguien vela por ti todas las noches.
Pero hay otros a los que el cargo les ha robado la humanidad. Han dejado de ser personas que se dedican a la política y se han convertido en seres políticos que carecen de empatía, asertividad, respeto y educación hacia las personas que tienen delante (o detrás, en una red social).
Estos seres capados de raciocinio más allá del que genere su propio ego, se permiten cada día faltar a la lealtad de los valores que definen a un pueblo: el respeto por nuestros antepasados y el ejemplo hacia nuestros futuros.
La humildad ha dejado de ser característica de estos seres. Sí, si lo hacen desde su sillón de bufón compartiendo imágenes que sirven para quienes no los conocen, pero no, cuando a quien tienen delante es a un hijo de vecino.
Como dice un antiguo proverbio turco: “Si metes a un payaso en un castillo, ese payaso no se vuelve rey. El castillo se vuelve circo”.
Y no, no es que Defendamos Calpe sea “el único partido puro que queda en Calp” (palabras textuales del artículo publicado por Marina Plaza); sino que, somos personas que respetamos nuestros valores por encima de cualquier posición política o sillón que nos haga meter el morro en las arcas públicas.
La integridad y el respeto nos caracterizan y nos hacen continuar siendo personas que se dedican a la política para resolver problemas que afectan a nuestros vecinos; o tratar de minimizar los efectos de decisiones pasadas tomadas por seres que sólo obedecían a su propio egoísmo.
Para finalizar con mi opinión diré que estoy convencida de que el talante que algunos nunca han conocido como propio, lo traerá la remesa de futuras personas que se dedicarán a la política y que esperan su turno en la recámara. No tomarán como ejemplo a los seres que ahora mismo nos gobiernan y sabrán que nada tienen que ver con lo que ahora les representa.
Esperaremos pacientemente a que este circo de payasos termine su función y entonces, sólo entonces, empezaremos a entendernos en acuerdos políticos con un trato personal que merezca educación, respeto e incluso admiración.
Los de ahora no entienden de eso.