Fueron días duros, pero todavía siguen siéndolo si recuerdas como eran les Vall de la Marina Alta antes del último gran incendio que atormentó a la comarca. Basta un simple paseo para que lo primero que se te venga a la cabeza sea un «qué pena». Sin embargo, parece que la oscuridad de las cenizas cada vez queda más difuminada por los colores de las pequeñas y grandes especies que quieren volver a brotar.
El pasado jueves 27 de octubre se cumplieron dos meses de la completa extinción del incendio que se originó en la partida Frigalet del término municipal de la Vall d’Ebo a causa de un rayo. 12.556 hectáreas quemadas, según los últimos recuentos oficiales, y 100 km de perímetro de superficie forestal arrasada.
Aunque no solo afectó a les Valls. A parte de la Vall d’Ebo, La Vall de Gallinera, la Vall de Laguar y la Vall d’Alcalà la llamas alcanzaron los términos de Pego, Castell de Castells, Sagra, Tormos, Orba, además de cinco localidades en las comarcas vecinas del Comtat y la Safor. Unos 79 días después desde la noche en que se originó el fuego, el 13 de agosto de 2022, los vecinos y visitantes miran a las montañas con esperanza.
Las causas del problema
Si uno se para a analizar las causas de los grandes incendios más allá de lo evidente encontrará algunos patrones que se dan en situaciones como esta. Uno de los colectivos que mira un poco más lejos y que pone su empeño en recuperar tanto el territorio como las costumbres que más benefician a la naturaleza es Pego Viu. La asociación nació tras otro gran incendio en la Vall d’Ebo y Pego en 2015.
«Queremos conseguir que la ciudadanía vuelva a mirar a las montañas como un medio de vida, no como un simple paisaje de postal. Un lugar donde nuestros antepasados han vivido y se han ganado la vida. Por ello, trabajamos en concienciar a las personas de que es culpa nuestra que se quemen los montes, no solo de las administraciones, sino de la sociedad y de los hábitos de consumo», apunta Néstor Portes, presidente de Pego Viu.
La teoría que más fuerza adquiere al observar este tipo de incendios aboga por la falta de gestión agroforestal y el despoblamiento. «No es casualidad que la Vall d’Ebo haya tenido dos grandes incendios en los últimos años», afirma. Según el portavoz de Pego Viu: «Los incendios son una consecuencia del despoblamiento y este, a su vez, es consecuencia del tipo de economía y del tipo de política que tenemos. El mundo rural se ha despoblado porque las políticas que se han hecho han sido de cara a las grandes ciudades y la costa, por ello toda la economía gira entorno a eso».
En la mayoría de casos los pueblos en riesgo de despoblación se ubican en el interior, en este caso, de la comarca. Localidades que han ido perdiendo vecinos y vecinas que trabajan la tierra y la cuidan para poder vivir de ella.
De echo, el Informe sobre el impacto del incendio forestal de la Vall d’Ebo, elaborado por la Fundación Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), incide en que «la zona afectada tiene un marcado carácter rural, con ausencia de grandes infraestructuras, las cuales se limitan básicamente a vías de comunicación, redes eléctricas y telefónicas».
Y continúa: «Estas zonas, abandonadas desde hace decenios, forman parte de un rico patrimonio cultural actualmente en claro proceso de abandono y degradación. Por otro lado, la actividad económica y social derivada del turismo y actividades en la naturaleza puede verse afectada por el incendio».
¿En qué situación se encuentran las montañas?
El incendio, como se ha visto, afectó a una gran cantidad de superficie. No todas las zonas quemadas presentan las mismas características, por tanto, cada una avanza en su recuperación a un ritmo distinto de las otras. Precisamente, la parte de la Vall d’Ebo es una en las que mejor está sanando el monte debido a la alta presencia de sotobosque y especies arbustivas rebrotadoras, tal como afirma Néstor.
En contraposición, la parte de la Vall d’Alcalà será la zona que más cueste recuperar. Este territorio estaba poblado en mayor medida por bosques adultos de pinares. En un proceso normal de crecimiento de los bosques, para considerarse maduros, deberían ser sustituidos por especies como las carrascas o los robles, clases más nobles o autóctonas que soportan mejor los incendios. «Por desgracia los incendios rompen esa cadena de sucesión», lamenta el portavoz de Pego Viu.
El informe de la CEAM indica que el 70% de la superficie quemada corresponde a matorrales arbustivos y que el 30% restante es de superficie arbolada. Además, un 26% de esta sería de pinares. De forma que, las áreas que mejor se recuperarán, las de matorral, suponen un gran porcentaje del territorio quemado. Por tanto, la recuperación natural de las montañas será bastante favorable, ya que estas especies son en su mayoría rebrotadoras.
¿Cuándo volveremos a ver a les Valls recuperadas por completo?
Es difícil hacer una aproximación, pero Néstor se aventura a ofrecer unas cifras en base a lo observado en el incendio de 2015. «Las zonas que peor están, como la Vall d’Alcalà, para recuperar todos los bosques y que quede como estaba antes del incendio deberán pasar 40 o 50 años. Esto será con el bosque maduro y sin haber padecido ningún otro incendio en muchos años», tantea.
Sin embargo, asegura que, en algunos casos, en dos años estas áreas se llenarán de pinos pequeños que vuelvan a nacer. Al resto de zonas, con especies autóctonas o arbustivas, como el carrascar dels Tolls en la Vall d’Ebo, el de Pego Viu les da 5 o 7 años para regenerarse por si mismas.
Recuperación natural vs. gestión humana
«Que la montaña se recupere sola se aplicará en el 90% de terreno afectado, porque no hay suficiente gente para gestionarla entera. Es inaccesible, no hay medios económicos ni materiales para gestionarla al 100%», explica Néstor. ¿Pero qué ocurrirá con el 10% restante del monte quemado?
La idea es actuar en zonas estratégicas con cortafuegos, los cuales ahora se labran para hacer de ellos bancales cultivados. Además, para alternar el tipo de recuperación, también se trabajarán ciertas áreas de repoblación con islas de diseminación de semillas. El portavoz de Pego Viu explica que esto se llevará a cabo con «especies autóctonas que formen diversos bosques en puntos estratégicos de la montaña para que ellos mismos vayan ayudando a la regeneración. No será un ciclo rápido».
Unas tareas que será prudente comenzar en 2023, ya que este año todavía se están planificando los lugares. Por otra parte, también será necesario establecer acuerdos tanto con los propietarios como con los Ayuntamientos y la Conselleria de Agricultura i Medi Ambient. Aunque. desde luego, se hará todo lo necesario, otra vez, para que les Vall recuperen su vida, la cual les otorga el merecido título de pulmón de la Marina Alta.